Desde tiempos inmemorables el ser humano se ha caracterizado por una cosa.
Por hacer las cosas deprisa y corriendo.
Algunos ejemplos:
Finales del siglo XII, Pisa. ¿Que les había costado echarle un poquito más de hormigón a la torre? Pero claro, no iban a dejar que se les enfriara la pasta.
O en el siglo XVI, un tío escribe el Lazarillo de Tormes y se le olvida firmarlo. ¡Vamos no me jodas!